La Plata, Bogotá, Colombia, 12.07.2002. (AP Photo/ Javier Galeano)

La Plata, Bogotá, Colombia, 12.07.2002. (AP Photo/ Javier Galeano)


La violencia es responsabilidad del Estado y sus gobiernos

Cinco meses después de la ruptura de los diálogos de paz por parte del gobierno del presidente Andrés Pastrana, el balance es desolador para millones de colombianos y colombianas. Para unos, por sus familiares muertos en la confrontación; para otros, porque las mejoras que les prometieron en la parte económica, social y política no llegaron; y para otros, porque reconfirmaron que no era la mejor salida, ya que habrían más muertos y nada de resultados de paz con justicia social, como queremos la mayoría de colombianos.

Se dijo que terminada la zona de despeje se arreglarían todos los problemas del país. El desempleo ya no sería una realidad, la violencia se acabaría, el secuestro desaparecería, etc. Pero al señor presidente, a los gremios económicos y a todo el sector militarista del país, las cosas de la guerra no le salieron como esperaban.

La guerrilla de las FARC-EP sigue no sólo viva, sino unida, más fuerte, más prestigiada ante sus masas, más convencida de la necesidad de mantenerse como el Ejército del Pueblo, garantía para conquistar el poder y cambiar el Estado de Terror que impera en la Patria, por uno nuevo y digno para todo su pueblo. El cambio radical de la situación nacional que planteó Pastrana no fue tal, al contrario, se incrementó la confrontación, se agravó la crisis económica, social y política y aumentó la penetración imperial. ¿O era ese su objetivo?

El presidente Pastrana durante su campaña electoral se comprometió con los colombianos a conseguir la paz. Fue valiente en un inicio y nosotros le creímos cuando le dijo al Comandante Marulanda: УUtilizaré para ello todos los instrumentos del EstadoФ.

Pero resultó que el plan era otro. Durante los diálogos rearmaron y organizaron al ejército oficial para la guerra. Más batallones, más brigadas, más armamento, más helicópteros, más paramilitares: Plan Colombia. Ese es y ha sido el plan de Pastrana, más guerra con la pretensión de acabar a una guerrilla que es inherente a este pueblo, que clama paz con cambios económicos y sociales en beneficio de todos y no el cambio que han visto los colombianos luego de la ruptura de los diálogos el pasado 20 de febrero de 2002.


President Álvaro
Uribe y Martha Lucia Ramirez, Bogotá, 
15.08.2002. REUTERS/Daniel Muñoz

President Álvaro Uribe y Martha Lucia Ramirez, Bogotá, 15.08.2002. REUTERS/Daniel Muñoz


Dos meses después de la ruptura de ese diálogo que había generado tanta esperanza a Colombia como verdadera posibilidad de vivir bien, hay 1612 muertos, de combatientes del Estado -1360- y de la guerrilla -252-. Fueron vidas que hubiéramos podido salvar. Colombianos y colombianas que hubieran dado todo por participar en la construcción de la nueva Colombia, digna y soberana, que merecemos todos y todas.

El señor Pastrana en su último período está dejando el camino de la paz lleno de piedras afiladas, espinas y precipicios. Esperamos que con el nuevo mandatario, como dice nuestro camarada Alfonso Cano: УЕhabrá cordura y que esa cordura nos puede abrir el camino para volver a dialogar. Lo que nos importa es que haya una decisión, porque lo que hemos visto hasta ahora es la intención de la llamada clase dirigente de que se acabe la confrontación sin solucionar las causas que la han generado, y así es imposible. Pero si el próximo gobierno acepta que aquí vamos a tener que compartir poder, que aquí van a tener que bajarse de un poco de privilegios, que van a tener que cambiar las costumbres políticas podridas y corruptas. Si acepta que vamos a cambiar las cosas entre todos, con los sectores populares, podemos pensar en que habrá soluciones definitivasФ.

Dialogar sí, pero convencidos unos y otros de la necesidad de profundos cambios democráticos en materia económica y social así como en la composición política del poder, porque de lo contrario se puede presentar otra frustración.

Pastrana, en su loca desesperación por tapar los nefastos resultados de su guerra contra el pueblo, utiliza la diplomacia para conseguir condenas a una guerrilla con la que tienen que contar en la política nacional. Resulta ahora, que después de tres años de diálogos, de un día para otro, somos terroristas, olvidando todo un pasado y un presente de lucha y propuestas. Y en su delirio, creen que cuando ellos quieran pueden volver a darnos el estatus que nos han quitado sólo porque ellos quieren. ¿Con quiénes creen que hablan?

Las FARC-EP, sin pausa ni desmayo, continuarán hoy, al igual que ayer, su invariable política de buscar los diálogos hacia la paz, utilizando las únicas formas de lucha que el actual régimen les ha impuesto, hasta conquistar una sociedad con justicia social, donde se respete nuestra soberanía y reine la armonía en las relaciones con todos los países, fundamentada en la libre autodeterminación de los pueblos, la justicia social y la dignidad para todos y todas.

Texto preparativo por: elbarcino@laneta.apc.org  

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