President Álvaro Uribe (C). Nariño Palace. Bogotá. 14.08.2002. 
REUTERS/Fernando Ruiz-Presidencia

President Álvaro Uribe (C). Nariño Palace. Bogotá. 14.08.2002. REUTERS/Fernando Ruiz-Presidencia


Continuidad del terror oficial

No cambió el mundo con el derrumbe de las torres gemelas en New York, impactadas por aviones comandados por supuestos suicidas bajo la orden de Bin Laden. (Made in CIA); cambió con la apropiación de la presidencia de los EE.UU. por G. W. Bush mediante un escandaloso fraude para el que le fue muy útil el complicado y nada democrático sistema electoral norteamericano, donde su mayor bastión fue el Estado de Florida, casualmente gobernado por su hermano.

Y como la transnacionalización es un hecho que no sólo se relaciona con las industrias, el estilo de cow boy del lejano oeste del presidente estadounidense, sus relaciones con la mafia de la ENRON, y otras travesuras de niño rico, un 25% de la fuerza electoral de los colombianos escogió como presidente a su reflejo criollo, Álvaro Uribe. Veinticinco por ciento que gracias a los juegos de una democracia que no es la de las mayorías convierte a la cuarta parte en la mitad más uno.

Nuevamente los colombianos tenemos la vergüenza de tener un presidente ligado a los sectores del narcotráfico. Uribe, quien será incapaz de aplicar soluciones políticas a la grave crisis que azota al país, es un obsecuente servidor de los planes guerreristas del imperio y el modelo neoliberal. El futuro que se vislumbra es de noche y niebla para la mayoría. No se necesita un aquelarre para pronosticar que la guerra sucia se intensificará sobre el movimiento popular y que la soberanía nacional será un concepto histórico sepultado.

Las antidemocrticas estructuras del poder en Colombia: el uso del terror como principal mecanismo de control social (99% de los sindicalistas asesinados en el Mundo son colombianos), la ausencia de garantías para la oposición política legal (más de 5000 integrantes de la Unión Patriótica asesinados) y la permanencia de una élite tradicional en el poder (bipartidismo Liberal-Conservador), producen presidentes ilegítimos, corruptos, vende patrias que cumplen al pie de la letra las órdenes del imperio.

Así la campaña esquizofrénica emprendida por Bush comienza a ser aplicada letra por letra en Colombia. Para comenzar con laureles la legalización de los paramilitares, éstos ofrecen romper sus vínculos con el narcotráfico y entregar las armas, exactamente en los mismos días en que Uribe llega a los Estados Unidos para entrevistarse con su presidente. Al respecto, el titular de la revista Newsweek, 'Uribe, el amigo de Bush', habla por sí solo.


U.S. Undersecretary of State Marc Grossman. Nariño Palace. Bogotá. 14.08.2002. 
REUTERS/Daniel Munoz

U.S. Undersecretary of State Marc Grossman. Nariño Palace. Bogotá. 14.08.2002. REUTERS/Daniel Munoz


Luego de la visita y a pesar de las escuetas declaraciones de Uribe, se avizoran acuerdos para reformular el Plan Colombia, acorde con su campaña de combatir el terrorismo (entiéndase lucha social) con más terror oficial, violación de los derechos humanos y criminalización del movimiento popular, legalización de paramilitares y pago a un millón de sapos delatores- y criminales con licencia para matar. Todo ello sumado a su sueño de acabar con la lucha armada por la vía militar, como por arte de magia.

La historia del terrorismo oficial en Colombia, que bajo diferentes nombres y reglamentaciones, -los escuadrones de la muerte o grupos paramilitares-, es larga, repetitiva y dolorosa: los grupos se han oficializado por el tiempo necesario. Posteriormente los gobiernos han ilegalizado su existencia ante la presión nacional e internacional y ante la magnitud de sus crímenes.

Durante el siglo XX los presidentes dijeron e hicieron siempre lo mismo: robar, matar, endeudar y regalar las riquezas naturales de nuestro país a los consorcios internacionales, acrecentando a niveles inusitados el sufrimiento, la pobreza, el hambre y la desesperanza de la mayoría de la población. -en el año 2002, treinta y tres millones de colombianos somos pobres-. El primer presidente en el siglo XXI continuará la tradición.

Y el pueblo también. Hemos logrado combinar formas de lucha social en defensa de la dignidad, la paz y la vida. El asesinato de miles de lideres naturales, los planes de exterminio ejecutados contra los militantes de la Unión Patriótica, el Partido Comunista y demás partidos políticos de izquierda, las cotidianas masacres y atrocidades cometidas contra la población desarmada, y los miles de presos políticos que son convertidos automáticamente en terroristas por reclamar pan, paz, tierra o libertad, no nos han hecho retroceder y por el contrario legitiman hoy más que nunca la lucha guerrillera.

El derecho de los pueblos del mundo a luchar contra gobiernos corruptos impuestos por una minoría, y por el ejercicio legítimo de construir con autonomía su propio destino, no puede ser eliminado ni sometido al capricho de ningún poder por muy gigante que parezca. El gobierno de los EE.UU. bajo la excusa de la lucha antiterrorista siembra el pánico y angustia en las mentes de sus propios ciudadanos y despliega incesantes conflictos bélicos en diferentes partes del planeta.

En América Latina, tiene ya respuesta. Hoy, más que nunca, se impone en todo el mundo la lucha contra la guerra y el racismo, contra la globalización económica y el modelo neoliberal, contra el terrorismo de Estado, por la soberanía y la autodeterminación de los pueblos a vivir una vida diferente.

Texto preparativo por: elbarcino@laneta.apc.org  

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