En el centro de la discusión política actual aparecen con fuerza ideas como globalización, integración, bloques regionales, tratados de libre comercio, subsidios, recolonización, crisis y otras, debido a que se está llegando a uno de aquellos momentos en la historia humana, en que se hace necesario un viraje en la economía y en la política, que no puede retrazarse más, por cuanto que las relaciones de producción tensionadas al máximo no dan espera y se requiere romper moldes para dar paso a nuevas formas en éstas.
Algunos temas elevan la temperatura internacional y se manifiestan con la fuerza brutal de las invasiones imperialistas, porque ante todo se trata de ganar la carrera estratégica, asegurando la permanencia de los intereses económicos más poderosos, en medio de los cambios señalados. Esto explica cómo la alianza liderada por EUA ocupa a Irak, y con Israel, impone a sangre y fuego, su dominio en esa región, que le garantizará el suministro de petróleo durante los siguientes 50 años.
Simultáneamente en América, intentan garantizar el dominio absoluto sobre la biodiversidad, el agua, fauna, flora, minerales, espacio, y por supuesto, continuar disfrutando de las fuentes energéticas actuales y futuras, solares y marinas incluidas. Todo en una carrera de carácter económico fundamentalista que no deja espacio a otras opciones diferentes a la hegemonía globalizada.
En esa dirección se inscribe el ALCA, como expresión de los esfuerzos en la aplicación de la política neoliberal a favor de los EUA, que aspira a continuar engulléndose los recursos, ahorros, mercados, comercio y empresas de América Latina y El Caribe, pasando sobre la soberanía de los pueblos, trasladando sus leyes e imponiendo hasta tribunales internacionales que protejan sus negocios y agentes.
Los objetivos recolonizadores originales del ALCA ya no serán posibles. Así ha quedado demostrado en los diversos eventos internacionales, donde han aflorado las posiciones contrarias a sus designios, expuestas por países del área, cuyos gobiernos, la mayoría proclives al imperio, se ven obligados a oponerse, por diversas razones y en virtud de la asimetría económica. Algunos también por respeto a sus pueblos y por dignidad nacional.
Entre las dificultades mencionadas, hay que citar la crisis económica, que no encuentran cómo superarla y afecta, en mayor o menor medida, a casi todos los países del mundo. Tiene como fundamento el aumento de la brecha entre países ricos y pobres, la concentración empresarial de las multinacionales, la inversión extranjera del capital que en un 90% se concentra en países desarrollados, todo lo cual produce desequilibrio entre regiones.
Esta crisis se manifiesta con rigor en la destrucción de las fuerzas productivas de los países menos desarrollados, que se ven obligados a consumir la producción agroindustrial, industrial y de servicios de los países ricos, mientras éstos conspiran contra la producción nacional de sus víctimas, creando en consecuencia, índices de pobreza insoportables, como lo denuncia incluso la CEPAL, cuando afirma que 227 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza, con menos de 2 dólares diarios, y 20% en la pobreza extrema con menos de 1 dólar diario, en los países de Latinoamérica y El Caribe (informe de 2003).
No es casual pues, que desde la Patagonia hasta el Río Bravo, luego de dos décadas de aplicación extrema del neoliberalismo, la crisis se manifieste en el déficit fiscal, las impagables deudas externas, el fracaso para México del Tratado de Libre Comercio con EUA y Canadá, como en sectores de la economía primaria que ha lanzado a la miseria a productores de arroz, maíz, café, trigo, soya, caña de azúcar, algodón, palma africana y muchos otros.
A excepción de los 7 grandes, los más de 190 países restantes del mundo, en mayor o menor grado, participan en la búsqueda de soluciones diferentes al neoliberalismo y muchos de ellos comienzan a dirigir sus pasos hacia nuevas formas económicas que les permitan recuperarse, mediante alianzas flexibles diferentes a las impuestas por las trasnacionales y sus gobiernos imperialistas.
Estas alianzas revisten distintas propuestas beneficiosas para las partes, como tratados bilaterales, bloques regionales, y la Alternativa Bolivariana para América Latina, ALBA, de origen venezolano, como posibilidad de un gran acuerdo latinoamericano y caribeño. En las que se manifiesta el reconocimiento de las diferencias económicas y se planifica la cooperación para el avance conjunto de los pueblos en la solución de sus problemas básicos.
La integración latinoamericana y caribeña es la posibilidad de enfrentar a quienes desarrollan la carrera armamentista y las guerras de rapiña, presentando un frente común antiimperialista, expresión de la unidad bolivariana, que obligue a un viraje histórico a favor de la democracia popular, la paz, el desarrollo con justicia social y la solidaridad. Puerta de entrada al único sistema económico-social capaz de resolver en definitiva los problemas mencionados: el socialismo.